domingo, 26 de octubre de 2008

PLACERES FREAK

Mientras veía una película francesa, me quedé fijado en una parte donde mostraba a una chica que disfrutaba cada vez que iba al mercado, meter sus manos en un saco de… no recuerdo si eran de legumbres o de frutos secos. También por las tardes le encantaba tirar piedras en un arroyo y quebrar con la cuchara la superficie crujiente de los postres. Independiente de todo el contenido psicológico que tenía ese films, me puse a pensar en esos pequeños placeres que cada uno tiene debajo de su almohada. Cuando me refiero al término “placeres freak”, no me refiero a placeres locos o distorsionados, sino más bien a una especie de conductas interpretadas por cada uno como fuentes de bienestar, diferenciado totalmente a las que son conocidas por la sociedad de cada cultura.
Los placeres convencionales para algunos son el chocolate, el dormir, el sexo, la comida, un baño de tina y los placeres culpables: el alcohol, el tabaco, la velocidad, de vuelta el chocolate, etc. Sin embargo, existe un mundillo paralelo a este, regido por el mismo principio: “El placer”.
Los placeres freak son deleites de gran valor para el sujeto, pero cómico para el resto de las demás personas. Por eso se mantiene guardado bajo la privacidad, solo contado a los más cercanos en esos momentos donde el ambiente es grato y se cuentan cosas graciosas, y uno quiere contar lo más estúpido que le ha pasado o ha hecho, y viene otro que lo quiere superar… y así.
Ahora, escribiré algunos que me fueron contados bajo confidencia, pero que me permitieron narrarlo en este blog. Por eso, para guardar su identidad ante el escrutinio público, sus nombres serán remplazados por símbolos, pero sus placeres expuestos de forma abierta ante ustedes a modo de ejemplo.
Este es el caso de paz, una chica que le encanta desde pequeña, cuando va a casas ajenas, morder jabones. Le encanta morderlos, pero dejó bien en claro que no cualquiera, sino los que tienen colores más llamativos y rico olores.
Alegría, disfruta tocar cabellos de otros, meter su mano por el cuero cabelludo y acariciarlo. No obstante, también dejó en claro, siempre y cuando se vea limpio y sedoso.
Pereza, que me relató algo, no sé si bien es un placer freak o un capricho adrenalínico, pero lo cuento igual. Le gusta cuando va caminando por la ruta, acostarse rápidamente en ella, antes que pasen los autos.
¿Consideran que son suficientemente "freak"? No lo creo, si ustedes tienen alguno, de seguro que sí, o más de uno, y creen que pueden superar a los anteriores, escríbanlo con toda confianza en la sección de “comentarios”. Ahora, si les da mucha vergüenza, ponga la opción de “anónimo”. Veamos cuan "Freak" pueden ser sus placeres...

Mesa para uno

Disfrutando del nuevo individualismo. De pasar tiempo con gente sin dependencia alguna.
Cuando te desligas de los demás, cuando aprendes a no depender de otros para pasarlo bien, cuando cortas el cordón umbilical y sabes realmente que significa “independencia”, cuando aprendes a desconectarte del mundo… es ahí donde comienza la belleza de la soledad. La libertad de hacer lo que quieras en función de tu criterio. Más tiempo para leer, más tiempo de ver películas con enigmas y poder retroceder todas las veces que quieras hasta entender la escena, más tiempo para organizarte, para el estudio, para escribir, para el arte, y todo lo que a uno se le ocurra. Más tiempo para reflexionar, conocer nueva gente, recurrir a los amigos que dejaste en espera en la tintorería y disfrutar de su compañía, de ir en tu vida a la frecuencia y velocidad que más me apetece. De estar más callado, y escuchar lo que hay en el entorno… y comprenderlo.
Es así, necesitamos tiempo para compartir y tiempo para nosotros mismo. Cuando estamos constantemente con los demás tendemos a olvidarnos de nuestros momentos a sola. Cuando estamos solos, retornamos a las actividades que habitualmente no hacemos rodeado de individuos, o por lo menos, no le dedicamos el tiempo necesario. Pero cuando pasamos mucho tiempo en soledad, extrañamos a los otros. Y nos vamos saltando de polo en polo. Hasta que encontramos el punto medio, la línea ecuatorial, cosa que es mucho más satisfactorio. Pero algunos, como yo, suelen ser algo más extremistas. Por lo que recurro de vez en cuando a escaparme de la sociedad, de su ruido y refugiarme en el Tíbet yoico. Pero no hay que ser cínicos, mucho rato en soledad aburre, por lo que vuelvo a integrarme a la masa, lo que muchas veces, como consecuencia, encuentro algunos cambios. Pero me adapto, como lo hecho siempre. Sin embargo, en estos momentos disfruto de una mesa para uno.

sábado, 4 de octubre de 2008

1+1= 2 Décadas

Eran las 00:00 hrs. de una calurosa noche primaveral. El tiempo había llamado a la puerta. Era de esperarse… "las dos décadas". Presentía en estos días su visita, rumores, solo que no imaginaba su permanencia. Nos miramos cara a cara por unos segundos. Fingía que no me importaba su presencia, disimulaba mi expresión ambigua... pero estaba ahí, frente a mí, fuera de la puerta. Le invité a pasar y a conversar un poco. Hablamos de la vida, de la vida recordada y resaltada. De estos veinte años. Pero ¿veinte años de qué?... ¿De alegrías?, más de una ocasión. ¿Tristezas?, posiblemente. ¿Añoranzas?, Quien sabe. ¿Ensoñaciones?, en cada momento. ¿Miedos?, naturalmente. ¿Fortalezas?, definir exactamente. ¿Inseguridades?, como cualquiera. ¿Autonomía e independencia? Sin duda… Y fue justo ahí cuando me di cuenta que se había cerrado un ciclo. Estos veinte años estuvieron para concretar una quinta parte de todas las decisiones. Mis decisiones. Una que inmiscuía a la infancia, adolescencia, y ahora a la adultez. Los primeros años de esta juventud algo más madura que el ayer.
¡Veinte años!… ¡veinte años!… ¿será necesario repetirlo varias veces para creerlo? No es nada. Todavía un impúber. ¿O ya debería empezar a reconocerme como un adulto?... es ambiguo el sentimiento. Me siento y me comporto muchas veces como un infante, pero por otro lado, veo que se aproximan presiones sociales desde el oriente y poniente para situarme como alguien que ya tiene responsabilidades.
Entré a una especie de crisis sutil. No es el hecho de la edad en sí, sino la forma en que transcurre el tiempo. Hasta ayer, el ayer, me encontraba jugando en la tierra, imaginando realidades efímeras, dando vida a objetos inanimados, deduciendo cosas más allá de la razón, como que el sol se escondía para descansar en las profundidades del mar cuando observaba los atardeceres en la costa, cuando solía preparar estrategias para atrapar a papa Noel en Nochebuena sin resultado alguno, cuando abría un obsequio y lo hacía con ansias para ver que juguete era , cuando aún estaba apto para saltar en las camas saltarinas y tirarme por los toboganes, cuando vivía en mi burbuja infantil, y ahora, me sometía al presente. Veinte años. Que en realidad se siente que fue menos por todo este tema psicológico de la amnesia infantil.
…Ya era algo tarde, de una manera persuasiva dejé que el tiempo se despidiera, y otra, se quedara. Al día siguiente, fue un día como cualquier otro, con la diferencia que caminaba con un año más encima. No obstante, desperté algo choqueado, en un sentido figurado. Sabía “objetivamente” que tenía veinte, pero aun sentía que me encontraba parado en la década anterior. Cada abrazo del día, cada felicitación, cada saludo, fue una manera de hacerme aceptar la realidad. Una forma de no olvido y refuerzo para que tu “yo” comience a internalizar y a identificarse como alguien que ya está en la era veinteañera.
Es gracioso, desperté aquel día algo incómodo, algo susceptible, con la sensación que tenía en la frente impregnado un cartel que anunciaba mi cumpleaños, pensando que cada extraño que pasaba lo percibía. De algún modo esperas que todos se acuerden de tu día, pero al final recuerdas que solo tus verdaderos amigos y familiares son los que lo tienen resaltado en el calendario. Fue recién al día subsiguiente que desperté con una sensación más calmada y agradable. Encontré el sol más brillante que otros días y respiraba un aire diferente, ese aire que solo se respira a los veinte. Ahora oficialmente puedo decir que tengo dos décadas.
Aquí es donde realmente comienza la verdadera vida. Un nuevo nacimiento. Solo este giro repentino, crea un poco el desequilibrio. De los veinte hacia atrás, fue solo una especie de entrenamiento de desarrollo fisiológico-evolutivo-cognitivo-emocional, para poder entrar a una realidad distinta, a una realidad que solo se da después de los veinte, una que aún desconozco, pero que se irá dando de forma paulatina. Acá es el comienzo de grandes cosas… desde ahora y desde aquí…ya abandoné para siempre los diecitanto… comencé una nueva década.
Esta ante mi presencia el inicio de un nuevo mundo… visualizo, estructuro, imagino… cómo será estos diez años por venir… este es la época, en donde los tres tiempos se mezclan, sigo viviendo el presente de una forma igual al ayer, sobrellevando un duelo por el pasado, y proyectando de forma anhelosa las vicisitudes del futuro.
Las velas han sido sopladas y los deseos pedidos… y la vida continúa tal cual como hace 24 horas atrás. Hoy me preocupo de seguir, de avanza, de reconocer que ya tengo veinte años, de las cosas simples y detalladas. Pero eso sí, ya tengo una cita a medianoche del próximo veinticinco de septiembre, cuando el tiempo vuelva a tocar a la puerta, solo que esta vez, será esperada, protocolar y cortés.
Si este ensayo fue para los veinte… imagínense para los treinta… jajaja
Las veinte velas han sido apagadas.