domingo, 26 de octubre de 2008

Mesa para uno

Disfrutando del nuevo individualismo. De pasar tiempo con gente sin dependencia alguna.
Cuando te desligas de los demás, cuando aprendes a no depender de otros para pasarlo bien, cuando cortas el cordón umbilical y sabes realmente que significa “independencia”, cuando aprendes a desconectarte del mundo… es ahí donde comienza la belleza de la soledad. La libertad de hacer lo que quieras en función de tu criterio. Más tiempo para leer, más tiempo de ver películas con enigmas y poder retroceder todas las veces que quieras hasta entender la escena, más tiempo para organizarte, para el estudio, para escribir, para el arte, y todo lo que a uno se le ocurra. Más tiempo para reflexionar, conocer nueva gente, recurrir a los amigos que dejaste en espera en la tintorería y disfrutar de su compañía, de ir en tu vida a la frecuencia y velocidad que más me apetece. De estar más callado, y escuchar lo que hay en el entorno… y comprenderlo.
Es así, necesitamos tiempo para compartir y tiempo para nosotros mismo. Cuando estamos constantemente con los demás tendemos a olvidarnos de nuestros momentos a sola. Cuando estamos solos, retornamos a las actividades que habitualmente no hacemos rodeado de individuos, o por lo menos, no le dedicamos el tiempo necesario. Pero cuando pasamos mucho tiempo en soledad, extrañamos a los otros. Y nos vamos saltando de polo en polo. Hasta que encontramos el punto medio, la línea ecuatorial, cosa que es mucho más satisfactorio. Pero algunos, como yo, suelen ser algo más extremistas. Por lo que recurro de vez en cuando a escaparme de la sociedad, de su ruido y refugiarme en el Tíbet yoico. Pero no hay que ser cínicos, mucho rato en soledad aburre, por lo que vuelvo a integrarme a la masa, lo que muchas veces, como consecuencia, encuentro algunos cambios. Pero me adapto, como lo hecho siempre. Sin embargo, en estos momentos disfruto de una mesa para uno.

No hay comentarios: