martes, 17 de julio de 2012

Recuerdos Emotivos



Más allá de la publicidad que se le hace al turismo en Perú, me identifico de sobre manera con el concepto de fondo.

Es una pregunta que me hago a diario: Llegar a viejo y darme cuenta de que en la vida me dediqué únicamente a recolectar conocimiento, certificados y diplomas en la pared de mi casa (u oficina) o me dediqué también a elaborar copados álbumes de buenos recuerdos... RECUERDOS EMOTIVOS, esos que tienes para contar en la posterioridad a tus nietos y compartir con amigos en la distensión de un buen asado.

La vida es una sola. Y hay que vivirla como tal. Aprovechar la juventud que se nos concede, y toda las energías que desborda. Dejar que todo fluya, y arriesgarnos a hacer locuras. Locuras de las cuales nos podamos reír el día de mañana cuando estemos caminando con zapatos bien lustrados, maletín y corbata por la avenida al trabajo.

Muchas veces, nos damos cuenta que pasamos de una obligación a otra, de una responsabilidad a otra, propia del sistema social en el cual estamos inmersos: del colegio a la universidad, de la universidad al trabajo, de un trabajo a otro y a otro, luego al matrimonio, a los hijos, y así un largo etcétera. Somos preso del sistema capitalista, productivo, del ideal social desde muy chicos. Pero, y en medio de todo esto, dónde quedó esa mochila vieja y polvorienta donde pudimos haber guardado un poco de ropa y salir hacer dedo en una carretera cualquiera. Dónde quedó esa guitarra para noches interminables de fogatas y amigos, en que lo último que importaba era las manecillas del reloj. Dónde quedó esa tabla mal pintada y algo roñosa para vencer el miedo al mar y dominar algunas olas... pero sobre todo, dónde quedó esas ganas de salir de la comodidad de tu sillón y recorrer el mundo. Dónde están las ganas de salir, de conocer y disfrutar. De aprender cosas nuevas. De hacer esos pasatiempos que siempre postergaste. De juntar plata, amigos y lanzarse al abismo de culturas habidas y por haber. Dónde quedó esa curiosidad de saber qué hay al otro lado del horizonte, del océano apacible, de las rocosas montañas, del vasto cielo. La vitalidad y el riesgo propio de cada día. De no hacer nada y hacer todo a la vez. De estar tirados en el pasto tomando el sol, y que sea eso un excelente panorama. Dónde quedó esas ganas de ser jóvenes y disfrutar cada momento, donde no había nada agendado para el día ni trabajos pendiente por terminar... ¿Dónde quedó?

No me importa tanto la cantidad de diplomas en la pared que pueda llegar a obtener en la vida, como la cantidad de recuerdos emotivos que pueda llegar a colgar en la pared de mis memorias. Espero que en veinte años más, haciendo un análisis retrospectivo, me dé cuenta de lo bien que lo pasé en mis años mozos, ese que aún estaba teñido de cierta inmadurez, irresponsabilidad y ciertas licencias. Pero eso lo sabré recién... en las próximas dos décadas.

Por lo pronto me preocuparé de ir pensando y armando esos tan añorados álbumes. No me quiero "enfrascar" tan rápido. Hay mucho por vivir.