sábado, 4 de agosto de 2012

Sensación Fugaz




Después de 14 horas, entré en razón. Ya no tenías más exámenes pendientes de la carrera. Había concluido el último el tres de agosto a las siete y cincuenta de la mañana. Era libre. 

Esa noche, después de un estado enajenado y algo retraído durante todo el día, la sensación de felicidad no había aparecido. Sólo se había asomado el sueño tumbante y arrollador producto de las tres horas dormidas la noche anterior. En la tarde finalmente accedí, perdiéndome en los encantos de almohada. Al levantarme horas después, y ver todo el desorden acumulado por la semana de estudio, decidí botar todo aquello viejo y en desuso, entre ellos algunos apuntes de materias QUE NO VOLVERÍA A VER JAMÁS y que fueron la escusa perfecta de mi reclusión por dos semanas.


Pero la maldita sensación no aparecía, la sensación de "cierre", la que vive todo estudiante cuando culmina un ciclo de estudio. Peor aún, en mis estados más profundos, tenía la idea de que todavía existían exámenes pendientes, cuando la realidad vestía de otra manera. Me sentía monótono, cansado.


Y fue, de forma imprevista, mientras miraba una película en la cual uno de los personaje leía un libro, donde supe que ahora yo tendría tiempo de leerme uno. Sin fantasmas, sin "deberías", esas entidades superyoicas que te dicen que DEBES estudiar... aunque fuera con meses de anticipación. Ahora, y organizando mi agenda de tesis, tendría todo el tiempo del mundo para leer... leer lo que yo quisiera, y no impuesta por una cátedra. Retomar el deporte, y la tan apreciada escritura. Fue así que por un segundo, un adelanto de felicidad había brotado sin previo aviso, pero de forma fugaz. Como el chispazo, del cual termina por desaparecer.


No obstante, sabía que era cuestión de tiempo. Era cuestión de esperar. Era cuestión, de que el día... volviera amanecer. 

martes, 17 de julio de 2012

Recuerdos Emotivos



Más allá de la publicidad que se le hace al turismo en Perú, me identifico de sobre manera con el concepto de fondo.

Es una pregunta que me hago a diario: Llegar a viejo y darme cuenta de que en la vida me dediqué únicamente a recolectar conocimiento, certificados y diplomas en la pared de mi casa (u oficina) o me dediqué también a elaborar copados álbumes de buenos recuerdos... RECUERDOS EMOTIVOS, esos que tienes para contar en la posterioridad a tus nietos y compartir con amigos en la distensión de un buen asado.

La vida es una sola. Y hay que vivirla como tal. Aprovechar la juventud que se nos concede, y toda las energías que desborda. Dejar que todo fluya, y arriesgarnos a hacer locuras. Locuras de las cuales nos podamos reír el día de mañana cuando estemos caminando con zapatos bien lustrados, maletín y corbata por la avenida al trabajo.

Muchas veces, nos damos cuenta que pasamos de una obligación a otra, de una responsabilidad a otra, propia del sistema social en el cual estamos inmersos: del colegio a la universidad, de la universidad al trabajo, de un trabajo a otro y a otro, luego al matrimonio, a los hijos, y así un largo etcétera. Somos preso del sistema capitalista, productivo, del ideal social desde muy chicos. Pero, y en medio de todo esto, dónde quedó esa mochila vieja y polvorienta donde pudimos haber guardado un poco de ropa y salir hacer dedo en una carretera cualquiera. Dónde quedó esa guitarra para noches interminables de fogatas y amigos, en que lo último que importaba era las manecillas del reloj. Dónde quedó esa tabla mal pintada y algo roñosa para vencer el miedo al mar y dominar algunas olas... pero sobre todo, dónde quedó esas ganas de salir de la comodidad de tu sillón y recorrer el mundo. Dónde están las ganas de salir, de conocer y disfrutar. De aprender cosas nuevas. De hacer esos pasatiempos que siempre postergaste. De juntar plata, amigos y lanzarse al abismo de culturas habidas y por haber. Dónde quedó esa curiosidad de saber qué hay al otro lado del horizonte, del océano apacible, de las rocosas montañas, del vasto cielo. La vitalidad y el riesgo propio de cada día. De no hacer nada y hacer todo a la vez. De estar tirados en el pasto tomando el sol, y que sea eso un excelente panorama. Dónde quedó esas ganas de ser jóvenes y disfrutar cada momento, donde no había nada agendado para el día ni trabajos pendiente por terminar... ¿Dónde quedó?

No me importa tanto la cantidad de diplomas en la pared que pueda llegar a obtener en la vida, como la cantidad de recuerdos emotivos que pueda llegar a colgar en la pared de mis memorias. Espero que en veinte años más, haciendo un análisis retrospectivo, me dé cuenta de lo bien que lo pasé en mis años mozos, ese que aún estaba teñido de cierta inmadurez, irresponsabilidad y ciertas licencias. Pero eso lo sabré recién... en las próximas dos décadas.

Por lo pronto me preocuparé de ir pensando y armando esos tan añorados álbumes. No me quiero "enfrascar" tan rápido. Hay mucho por vivir.

martes, 28 de febrero de 2012

Cuerpo de diosas, cara de simples mortales

Por Diego Ignacio Almonte



Cuando nos juntamos entre hombres es inevitable no hablar de mujeres y más si nos juntamos en playas, asado o en un bar. En esta oportunidad, ocurrió en las ricas playas de un veraniego lugar.

Una vez me dijeron que no habían mujeres feas, sino "piscolas" suaves. Y creo que aún no entiendo. El asunto es que estábamos ahí, tirados en nuestras respectivas toallas sobre la arena después de haber estado buscando un lugar estratégico donde posarse (rodeado de mujeres tomando sol). Y comenzaron los comentarios: "Mira esa mina", "Mira aquella","Esa nos salvó el día", "Mira esa, jaja (ironía)", "Mira la gringa... anda tú, que sabes inglés"... y dichos por el estilo, hasta que nos fuimos algunos a meter al mar y otros se quedaron durmiendo o leyendo debajo del quitasol. Al retorno, con algo más de rayos UV y arena en el cuerpo, reposando sobre las toallas más húmedas que hace unas horas, surgieron las preguntas "ad hoc"-y tan concurridas entre nosotros- a la situación:


"A ver, ¿Cómo prefieres a las mujeres? ¿Una mujer rica, pero ´poco agraciada´ de cara? ¿O una mujer con un cuerpo 'poco agraciado', pero linda de cara?
Y comenzó el debate.


Hay los que las prefieren con un cuerpo escultural y otros que ponen sus preferencias en los lindos rostros. El ideal estereotipado sería el complemento armonioso de las dos partes, como ver a una Megan Fox o una Amanda Seyfried, sonrientes, jugando paletas de playa en diminutas tangas. Lamentablemente la realidad es otra, aunque hay que reconocer que entre las olas y entre la gente sale una que otra que da gusto contemplar, una verdadera diosa de pie a cabeza, que como una ilusión romana aparece, se pierde en la diversidad de personas, desentendidas de nuestros superficiales y entretenidos comentarios. 

¿Y el resto? Simple mortales. Pero entre mortales nos entendemos.
Disconforme con nuestra condición, seguimos en busca de Afrodita.