sábado, 4 de agosto de 2012

Sensación Fugaz




Después de 14 horas, entré en razón. Ya no tenías más exámenes pendientes de la carrera. Había concluido el último el tres de agosto a las siete y cincuenta de la mañana. Era libre. 

Esa noche, después de un estado enajenado y algo retraído durante todo el día, la sensación de felicidad no había aparecido. Sólo se había asomado el sueño tumbante y arrollador producto de las tres horas dormidas la noche anterior. En la tarde finalmente accedí, perdiéndome en los encantos de almohada. Al levantarme horas después, y ver todo el desorden acumulado por la semana de estudio, decidí botar todo aquello viejo y en desuso, entre ellos algunos apuntes de materias QUE NO VOLVERÍA A VER JAMÁS y que fueron la escusa perfecta de mi reclusión por dos semanas.


Pero la maldita sensación no aparecía, la sensación de "cierre", la que vive todo estudiante cuando culmina un ciclo de estudio. Peor aún, en mis estados más profundos, tenía la idea de que todavía existían exámenes pendientes, cuando la realidad vestía de otra manera. Me sentía monótono, cansado.


Y fue, de forma imprevista, mientras miraba una película en la cual uno de los personaje leía un libro, donde supe que ahora yo tendría tiempo de leerme uno. Sin fantasmas, sin "deberías", esas entidades superyoicas que te dicen que DEBES estudiar... aunque fuera con meses de anticipación. Ahora, y organizando mi agenda de tesis, tendría todo el tiempo del mundo para leer... leer lo que yo quisiera, y no impuesta por una cátedra. Retomar el deporte, y la tan apreciada escritura. Fue así que por un segundo, un adelanto de felicidad había brotado sin previo aviso, pero de forma fugaz. Como el chispazo, del cual termina por desaparecer.


No obstante, sabía que era cuestión de tiempo. Era cuestión de esperar. Era cuestión, de que el día... volviera amanecer.