
Una de ellas de melancólica mirada
ha dejado velas a su andar
velas encendidas
que el agua no ha podido apagar.
Quiere dejar señales
quiere quemar el mar
quiere cruzar el horizonte
quiere nadar y no pensar.
Está cansada, está agotada.
Ha disipado su creatividad,
esa creatividad que proyecta en otros
no la puede hallar.
La pobre
ha perdido su identidad.
Se ha sentado en una roca. Escucha las melodías en el mar, escucha a un pobre vagabundo quejándose de su largo transitar. Ha perdido todo, esposa, dinero, y la felicidad, ahora vagabundea por las calles en búsqueda de... quién sabe qué cosa quiere hallar. Quiere dejar atrás su soledad, quiere dejar atrás su ansiedad. Ella lo mira y le quiere hablar, más él la ignora como una sombra más. Ella danza para él, y lo distrae de su andar; quiere complacerlo, quiere inspirarlo además... quiere ayudarlo a encontrar su espontaneidad. Él mira al mar... saca un lápiz y una hoja arrugada de tanto guardar, y escribe una carta a su esposa, a quien no ha podido por años mirar. Escribe y saca lo que ya no pudo más ocultar, escribe para disculparse, lo que el vicio y la noche lo sedujo en alguna oportunidad. Han caído lágrimas, ha derramado pena de tanto aguantar, ahora sus suspiros son de anhelos y bienestar. El viejo infame regresa por donde vino, perdiéndose de vuelta en la enorme cuidad... quién sabe si alguna vez, tenga una segunda oportunidad.
Se escuchan las olas golpeando las rocosas superficies de la costa, las idas y vuelta del mar, las sirenas se han sumergido en busca de tesoros y joyas para complacer su vanidad, mas la musa se detiene, se contempla, sonríe, pues ya ha encontrado su identidad, y en un despertar de amanecer, su alma se pierde en el enorme caudal.
Por eso señores, cuidad de lo que es nuestro. Nuestras aguas, nuestras brisas, nuestro mar, para que las musas se inspiren e inspiren a los demás. No rompamos este círculo vicioso que de alguna forma todos vamos a ganar.
Mi musa ha parado de danzar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario