sábado, 8 de marzo de 2014
Misma taza de té
Tirado en la misma terraza de la tarde. Misma taza de té. Música de fondo. Noche fresca. Puedo ver la luna desde aquí, maravillosa como siempre.
sábado, 4 de agosto de 2012
Sensación Fugaz
Esa noche, después de un estado enajenado y algo retraído durante todo el día, la sensación de felicidad no había aparecido. Sólo se había asomado el sueño tumbante y arrollador producto de las tres horas dormidas la noche anterior. En la tarde finalmente accedí, perdiéndome en los encantos de almohada. Al levantarme horas después, y ver todo el desorden acumulado por la semana de estudio, decidí botar todo aquello viejo y en desuso, entre ellos algunos apuntes de materias QUE NO VOLVERÍA A VER JAMÁS y que fueron la escusa perfecta de mi reclusión por dos semanas.
martes, 17 de julio de 2012
Recuerdos Emotivos
Más allá de la publicidad que se le hace al turismo en Perú, me identifico de sobre manera con el concepto de fondo.
Es una pregunta que me hago a diario: Llegar a viejo y darme cuenta de que en la vida me dediqué únicamente a recolectar conocimiento, certificados y diplomas en la pared de mi casa (u oficina) o me dediqué también a elaborar copados álbumes de buenos recuerdos... RECUERDOS EMOTIVOS, esos que tienes para contar en la posterioridad a tus nietos y compartir con amigos en la distensión de un buen asado.
La vida es una sola. Y hay que vivirla como tal. Aprovechar la juventud que se nos concede, y toda las energías que desborda. Dejar que todo fluya, y arriesgarnos a hacer locuras. Locuras de las cuales nos podamos reír el día de mañana cuando estemos caminando con zapatos bien lustrados, maletín y corbata por la avenida al trabajo.
martes, 28 de febrero de 2012
Cuerpo de diosas, cara de simples mortales
"A ver, ¿Cómo prefieres a las mujeres? ¿Una mujer rica, pero ´poco agraciada´ de cara? ¿O una mujer con un cuerpo 'poco agraciado', pero linda de cara?
Y comenzó el debate.
Hay los que las prefieren con un cuerpo escultural y otros que ponen sus preferencias en los lindos rostros. El ideal estereotipado sería el complemento armonioso de las dos partes, como ver a una Megan Fox o una Amanda Seyfried, sonrientes, jugando paletas de playa en diminutas tangas. Lamentablemente la realidad es otra, aunque hay que reconocer que entre las olas y entre la gente sale una que otra que da gusto contemplar, una verdadera diosa de pie a cabeza, que como una ilusión romana aparece, se pierde en la diversidad de personas, desentendidas de nuestros superficiales y entretenidos comentarios.
Disconforme con nuestra condición, seguimos en busca de Afrodita.
viernes, 3 de junio de 2011
Confesiones de un alma peregrina
miércoles, 29 de septiembre de 2010
"La corbata"
Desayuno, sábado 7:30 am. |
“Veintidós años no se cumplen todos los días”, dirían por ahí. Por eso la manera en celebrarlo siempre es distinta. Este año tocó desayuno al aire libre.
Yo dormía plácidamente esperando celebrar ese sábado por la noche. El despertador no había sonado y alguien de pie me despertaba. Yo, evidentemente, siete de la mañana (y después de haber trasnochado) me encontraba medio aturdido. No entendía nada, mas tenía una leve sospecha de lo que se podría aproximar. El día anterior me llegó una nota casera de cuaderno con un dibujo de reloj y unas palabras características que decía: “cuenta regresiva”. Como acá tenemos la costumbre de hacerle al otro un festejo (o por lo menos en mi circulo privado), y recordando el festejo anterior con todo un personal creativo detrás, imaginé que debían estar "craneando"
Estaba parado al lado de mi cama, con una tarjeta elaborada y con una frase -más o menos recordada- como “Feliz cumpleaños, tu día ha comenzado… levantate (no hay tildes porque es acento Argentino) y ponete algo rápido que te tenemos una sorpresa” (Cualquier distorsión de la realidad, es mera culpa de un recuerdo frágil a causa de una madrugada vigente). Me levanté, atiné a ponerme algo cómodo, me lavé la cara para disimular mis sabanas marcadas y me puse una gorra, porque no había tiempo para peinarse.
Salimos rumbo al campus. Allí, entre pastos, cerca de la biblioteca, estaban ellas, con un mantel al suelo, una torta, sabrosos dulces, tostadas, quesillo, jugo de naranja exprimido (saben que me encanta por la mañana). Al aproximarme, me cantaron “las mañanitas” modificado al momento. Pasamos a las fotos, fotos, fotos… era lo que menos quería, mi cara no estaba apta para ser plasmado en digital, pero bueno, en honor a la situación, todo siguió su curso. Nos sentamos, comimos, disfrutamos. Al lado mío había un periódico del “Clarín” (todo lo que estaba sobre el mantel estaba adaptado a mis gustos, reales y ficticios, y como ellos me conocían bien y habían hecho un estudio sobre mi persona, el periódico no podía ser desapercibido. Mi primer pensamiento fue, "ellos saben que se me dio por un tiempo corto comparar el diario los domingos, debe ser por eso", hasta que lo abrí)
Aquel día quedará plasmado en mis vivencias de vida. Quedará plasmado en este blog. Que de paso, aprovecho de hacer un post, que de ingrato lo he tenido abandonado.
miércoles, 18 de agosto de 2010
Vacaciones en Paraguay
"Danza de la botella" |
Congreso Interamericano de Psicología |
Palacio los López, (¿Me ven?) |
¿O no che ra´a?
El grupo: turistas y psicólogos |
miércoles, 28 de julio de 2010
En mi amada Arica
Perdido en el extremo norte del desierto Chileno. En medio de aquellas tierras áridas y cerros desnudos, un hermoso valle se desprende, una pequeña ciudad y exquisitas costas, hacen relucir una pequeña localidad. Aires frescos, cielo despejado, donde las mínimas y máximas no son tan extremas, la primavera se hace famosa por existir todo el año y un gran peñón de más de noventa metros se muestra señorial y solemne a las puertas del mar.
Llegué, después de estar en el extranjero, a una ciudad que se le suele llamar, según los mapas, la historia y sus habitantes, Arica. Mi Arica. Ciudad que me vio nacer y crecer y que he dejado hace cuatro años por estar fuera del país. Eso sí, cada vez que puedo y en periodos de no-estudios me escapo de retorno a descansar. Esta vez fueron dos. Dos semanas de vacaciones. Dos semanas de familia y jugo de naranja recién exprimido.
Sin embargo puedo mencionar que este julio me decepcionó el clima. Según me fue informado, no hacía tanto frío por lo que llevé poco abrigo. Hacía más frío de lo que pensaba. Pero el maravilloso sol nortino y la salvadora casaca de mi hermano lo indemnizaba.
Después de idas y venidas y vicisitudes de por medio, mañana caduca mi último día aquí. Salgo a Santiago por la noche. A decir verdad, se me hizo corto los días, pero creo que descansé lo suficiente. Dormí hasta hastiarme, comida hogareña, exquisitos y naturales jugos exprimido y/o licuados por la mañana, huevo frescos de gallina de casa, estuve con mi familia, salí de carrete con mis amigos, vi poco televisión a decir verdad, pero me actualicé de los últimos sucesos nacionales y faranduleros (y es que me relaja ver el “cahuín” de los famosos por televisión que los periodistas nos muestran cada día en sus programas, porque me gusta desconectarme de todo lo erudito y ver superficialidades en periodos de vacaciones). Si bien por tema de tiempo no hice todo lo que quise, me voy conforme. Ya disfruté. Además, con riesgo que me demande la famosa película “casa blanca” por hurtarle cada vez que puedo la tan famosa frase, modificando claramente la ubicación, puedo decir que… “siempre tendremos Arica” o por lo menos, siempre la tendré, al menos en julio y en diciembre a febrero, para renovarme y respirar aires de infancia.
En fin, mañana estoy saliendo por la noche en avión a Santiago, me quedaré unos días para comprar pasaje hasta Argentina en bus, y salir de ahí, si Dios así lo permite, a Paraguay. Y es que hemos estado planificando con mi grupo de estudio hace semanas ir al congreso internacional de psicología que se dará en Asunción. Todo punteado en la agenda.
En veinticuatro horas más estaré volando a la capital, a la gran urbe para seguir descansando en casa de un primo.
Esta última noche, gracias a Dios, cálida, entre una taza de té, la computadora de mi hermana y algo de sueño escribo las últimas líneas en la cocina y quiero publicarlo (como ven, ya está) antes de irme en el primer cyber que encuentre mañana por la mañana.
Lo mejor de todo esto, es que mañana, antes de irme, se hará un cumpleaños en esta casa y vendrá la mayor parte de mi familia. Por lo que, entre los abrazos y pedazos de pastel, tomaré mi bolso y me despediré hasta diciembre, para navidad, cuando un cuatrimestre más de estudios y trabajo que demande mis energías muestre mi estado “poca batería”, llegaré para descansar y desconectarme, pero para ese entonces, por tres meses, en mi ciudad natal que tanto quiero y me revitaliza. Más tiempo para el ocio, dirían los filósofos. Más tiempo para estar aquí. En Arica. Mi Arica. Y todo lo demás, viene por añadidura.
VirtuoRealidad
Han pasado tres años desde que la/lo tengo en mi lista del Messenger. De los cuales hace un año o quizás más, hemos dejado de “conversar” por chat. Se convirtió en un persona cibernética nocturna por dos años, en medio de mis desfases en el estudio por la noche. Estas “conversaciones” como muchas otras, partieron con muchas charlas, chistes y discusiones pavas. Simplemente un amigo(a) al otro lado de la pantalla, como suelo tener hoy por hoy.
Con el tiempo tuvimos un decline en la interacción, y es que por un buen tiempo me dio por no entrar mucho a la internet y menos a chatear, lo que era evidente que la mayoría con los que tenía contactos fui perdiendo un poco la calidad de la comunicación. Yo tecleaba desde Argentina y esta persona desde Chile. Empero, dejamos de chatear seguidamente con lo que finalizamos simplemente dejar de chatear. Entonces, esta persona se convirtió en un ícono amarillo más de mi no tan larga lista de conectado. Y así por ocho meses, o quizás, un año. Sin embargo, por azares de la vida, este ícono sin vida de mi polvorienta lista sin previo aviso se antro-materializó, me la encontré en una sin importancia feria de una ciudad del Perú hace unos días atrás, en dónde estaba de paseo. Al principio no lo/la reconocí, pero algo me decía que de algún lado lo/la ubicaba (por fotos de internet). Después de unos minutos, dos neuronas de mi cabeza hicieron sinapsis… era ____@hotmail.com. Me hice el boludo por un rato, nos topamos tres veces, al parecer no me reconocía, o por lo menos lo parecía. En un rato, antes de salir, la/lo encontré en una tienda de películas buscando quien sabe que estreno ver. Me acerqué con intensión de saludarlo(a) y finalmente irme. Me paré al lado, volteó la cabeza, me miró, sin reacción alguna volvió a buscar sus películas, la señora que atendía el local me pregunto qué andaba buscando, yo le dije que solo estaba mirando. Silencio. Él -o ella- (sin revelar su identidad) seguía en lo suyo, yo parado, y las señoras que atendían paradas también, pero del otro lado del mesón. Momento incómodo. Terminé estrechando la mano y saludando, mencionando su nombre, a esta persona, rogando no haberme equivocado de sujeto. Resultó ser. Me reconoció, nos saludamos con titubeos. Evidente de dos personas que sólo se conocían detrás de un teclado. No recuerdo las palabras verbales que intercambiamos, solo recuerdo que fue breve y rápido, propio de un ícono con el cual no me relacionaba hace más de año. Salí de esa feria algo tranquilo y riendo, pensando en lo loca que es la vida y de lo raro que es saludar a alguien en persona después de tener un historial de zumbidos a través de las ventanas del MSN. Pero la cosa es que ocurrió. Fue incómodo, pero simpática la situación. Y espero que sea la primera de varias más. En cuanto a los iconos, estos que a veces están disponibles, otras veces ocupados, ausentes o desconectados, estos, tarde o temprano cobran vida, respiran, se materializan en las personas que internet promociona y que ellas mismas, son partícipes. Y que por azares de la vida te lo encuentras en el lugar que menos te imaginas.
martes, 13 de julio de 2010
Un día de M…“urphy”
Hacía un sol increíble, pero un frío de cagarse. Sospeché del clima así, por lo que salí relativamente abrigado. Sin embargo, mis vaqueros estaban desprovistos de protección, absorbían el frío monstruosamente.
Hace unos días, vi en Youtube una charla, que eventualmente descargué, sobre una psicóloga que contaba, como anécdota, que estuvo cuatro horas esperando en el aeropuerto porque su avión se había retrasado. Algunos, pasajeros también del vuelo, puteaban a la mujer que atendía en la aerolinea, otros se ponían a fumar de las ansias, otros murmuraban en silencio el mal servicio, y otros se comían cuantas cosas veían y pedían en los restaurantes. Sentada, se encontraba observando la conducta de cada uno de ellos. La cuestión es que ella hace reflexionar sobre una cosa. Objetivamente estaba pasando -a tiempo reloj- un retraso, y frente a ello uno podía tomar dos caminos -o actitudes-: (en caso de su situación) amargarse o aprovechar esas cuatros horas para estar consigo misma, para pensar en aquellas cosas que el tiempo y la rutina no la dejaba, para hablar con sus seres queridos con los que ella quería realmente hablar, ya que todos pensaban que estaba a mil pies de altura, etc., es decir, sacar algo positivo de todo eso… ¡es una cuestión de actitud! Y como tal, decidí hacer lo mismo. Bendita idea de traer mi reproductor de música con batería cargada. Después de un rato ya comenzaba a aburrirme. Saqué mi celular (mientras seguía escuchando música) y me puse a jugar con el único jueguito que poseía el aparato… la idea era no ser tan consciente del tiempo y que este, a su vez, pasara rápido mientras mi mente maquinaba la idea de irme un rato a un cyber cualquiera y cercano ó a alguna tienda con estímulos distractores, pero, tangencialmente pensaba que no era una muy buena idea ya que en cualquier momento podía llegar un bus y quedar en banda. Me quedé. En ese momento me encuentro con una amiga, oriunda de allí, que estaba por salir próximamente a la localidad en donde estudio –y vivo en épocas de estudios, que es la mayor parte del año- a rendir una materia de psicopedagogía. A esa hora ya eran las doce y cincuenta y ella salía a las una. Nos quedamos quince minutos charlando –puesto que el bus se retrasó- lo cual todo contribuía y sumaba puntos para mi entretención. Al cabo de un rato se fue. Entré a la terminal a comprarme unas “papas Lais” y un café. Volví a sentarme afuera. Entré de vuelta, esta vez, ya faltando poco para las dos, decidí comprar pasaje (graso error). Me acerqué al ventanal que daba a la llegada de los buses cuando una señora que limpiaba allí se puso a baldear la entrada; llenaba el balde con agua y detergente y lo arrojaba contra la baldosa. El correr del agua espumada y su reventar en el suelo, despertó en mi, dentro de mi ocio y mirada perdida, la imaginación de estar presenciando el oleaje del mar (todo valía, en pos de contribuir a mi entretención), cuando de pronto la señora se puso a barrer y sacar el agua con la escoba, momento en que mi fantasía disipó. Luego pasé a darme cuenta, cuando miré a mi alrededor, que éramos un grupito esperando la próxima salida a Paraná. Éramos el típico grupo de películas de terror en donde el destino o un asesino se va encargando de ir matando uno a uno: Estaba la rubia, una pareja, una madre y su hijo, uno con pinta de motoquero, el intelectual, el fashero y yo… ¿Qué rol cumplía yo en la película? No lo sé, solo sé que en momentos de ocio mi mente vuela bastante alto.
Según el psicoanálisis, lo que estaba pasando en ese momento era que estaba reprimiendo toda la hostilidad situacional e intentando subliminar en las letras (la teoría dice que todo eso pasa a nivel inconsciente, pero dejémoslo ahí).
Llegó finalmente la hora esperada y junto con esta, puntualmente el bus. Sí, ese era el correcto y se iba a Paraná. Metí mi mano en el bolsillo donde puse el boleto y para mi mala racha no estaba, lo había perdido y no lo encontré más… (Es chiste señores, un poco de emoción no viene mal), sí estaba allí, reluciente y arrugado, lo mostré, me subí y me senté en esos asientos con tantas ganas sin intención de sacarme los lentes ni los auriculares. Mi mente programó los restantes cuarenta minutos para relajarme y escuchar música. Cerré mis ojos por un rato mientras pensaba (ojo, en este caso cosas más reales) mientras la máquina avanzaba. Cuando los abro me doy cuenta de que me estaba devolviendo para Libertador. Me quería matar, al diablo con la “actitud”, no podía creer que me estaba devolviendo después de dos horas al pedo. Pregunté si el colectivo este iba realmente a Paraná o si me había equivocado al comprar del boleto. Efectivamente iba a Paraná. Pero pasaba por Libertador. A saber aquello, me hubiese quedado allí y no haber ido vanamente a Crespo, por ende, no haberle hecho caso a “esa señora” –sigo sublimando-.
De la bronca –ya no reprimida- y sabiendo que tenía una hora más de viaje y hastiado de la música, saqué un portaminas que traía conmigo y saqué el libro –que supuestamente estaba destinado a leerse- y en su márgenes en blanco me puse a escribir. ¡Ya está! Tenía ganas y necesitaba descargar. En estos momentos estoy escribiendo, entre el tumulto de gente. Ya ha pasado un rato, me encuentro a unos minutos –al fin- de llegar a Paraná. Está bien, después de todo llegué sano y salvo. Siendo próximo a las tres y media de tarde llegué. Estoy por bajar en la terminal, que por lo menos tiene un poco más onda que el anterior. Después del día de m… “Murphy” que tuve, al fin llegué. Ahora lo que suceda desde que me baje del colectivo, esa, ya es otra historia. Qué quizás, sea narrada.
miércoles, 9 de junio de 2010
Revista "Siente"
::Desde ahora escribo para ella::
::
Ya salió la edición de Junio de la revista on-line "Siente", y con ella publicado un artículo mio. Así es, desde ahora escribo para dicha revista, así que quedan cordialmente invitados a entrar, leer y comentar
Acá les dejo el link para entrar:
http://www.revistasiente.tupercepcion.com
Y acá el link para los que quieran subscribirse a la revista que les llegará de forma gratuita al correo electrónico:
http://tupercepcion.com/suscribete.htm
Caretas del sí mismo
Atrapados en un espejismo de cuatro letras
Decimos “bien”, a pesar de que sentimos todo lo contario. ¿Por qué? Queremos economizar tiempo, pensamos que el otro no está realmente interesado en escuchar nuestra larga y aburrida historia, no tenemos ganas de remontar toda la escena otra vez… las razones pueden ser mucha, y una sola salida –rápida y buena-: “Bien, me encuentro bien”, y sigues con toda esa carga emocional por delante.
Todos nos aferramos a esa palabra como si esta englobara mágicamente todo nuestros sentimientos de manera bastante diplomática.
Se convierte en un refugio gramatical cuya función es eludir los reales sentimientos. Antes las típicas preguntas la gran mayoría responde de esa manera, pero en realidad ¿Cuán bien estás? Puedes responder “bien”, y tienes todo el derecho de hacerlo y es aceptable tu respuesta, pero, lamentablemente “bien” no es un sentimiento
La gente no se detiene a conversar, a contar sus cosas, sus problemas, en lugar de eso evitan tocar la espinita, de sacar afuera lo guardado, de elaborar, llevándose un gran peso interno. También es muy cierto lo que dice un amigo acerca de que es una respuesta políticamente correcta que se debe dar a alguien que realmente no se interesa por la respuesta sincera. Tampoco no es contárselo al primero que veas y notes sus orejas prominentes, simplemente es encontrar a una persona de confianza y cercana y simplemente hablar. Esto de hacer catarsis hace muy bien para liberar tensiones propias como la angustia, el miedo, la pena; además te ayuda a centrarte una segunda vez con el meollo de la situación a nivel emocional y buscar, ya más liberado, nuevas formas de solucionar o, por lo menos, encontrarle un alivio más próximo a la situación. Sin contar que tener a alguien que mira todo desde afuera, nos puede ayudar a tener una visión más clara de los hechos.
Pero la gente no quiere hablar, quiere jugar un poco al “aquí no pasa nada”, a formar ilusiones, a ponerse máscaras, quiere confundir al espectador, ¿para qué mostrarse vulnerable? Para qué gastar tiempo en sinceridades aburridas, es mejor jugar a las apariencias, a las escondidas.
Sin embargo, es hora de empezar a verbalizar las emociones, una de las habilidades de la inteligencia emocional. No nos quedemos con eso y rumiemos solos en cada momento del día, sino más bien echémoslo afuera en el momento y con la persona correcta, y verás que bien te sentirás después de ese café con tu amiga en la cafetería de la esquina, después de la sesión con tu psicólogo, después de ese paseo con tu hermano por la avenida principal.
Ante una situación similar, en donde te preguntan ¿cómo te sientes? y respondes bien, se puede considerar aceptable tu respuesta, pero no removiste nada interno y no fuiste de gran ayuda contigo mismo y aquello que guardas seguirá dentro afectando tus pensamientos y acciones. Recapitulemos la escena: ¿Cómo te sientes? A lo que terminas diciendo “algo cansado y un poco triste porque mi amigo se fue a Francia y no la veré en dos años, sin embargo, me consuelo que podamos comunicarnos por internet, una de las ventaja de estos tiempo, igual tengo buenos recuerdos con él en el equipo, además con este aumento que recibiré muy pronto podré ir a verlo en unos meses. Así que mejor, Gracias por preguntar”. Ahora yo te pregunto, una vez que sacaste afuera todo ¿Cómo te sentiste? Seguramente mejor que hace un instante.
martes, 30 de marzo de 2010
Atardecer
sábado, 9 de enero de 2010
(K+A=21, Black Jack)
1Mango: Jerga argentina que alude a la palabra “pesos”, sinónimo de la jerga chilena “Lucas”.
"El último abrazo antes de la lluvia".
Idea original: Yani y Merry.
Creación literaria: Diego Ignacio
Fotografías: Google.
Con cariño, para Yani y Merry,
quien me dieron la idea de escribir esto
y su linda amistad.
Es un momento intenso para Emilia y Juan Pablo, han tomado la decisión de escaparse. Habían utilizado todas las herramientas posibles para permanecer juntos, mas las circunstancias se unieron para derrocar aquella remota posibilidad. Se hizo fría esa tarde, el viento andaba más imperioso que de costumbre, algunas nubes se habían oscurecido y había un plan que ejecutar. Habían acordado debajo del ciruelo a las nueve menos diez, hora en que salía la última parada del tren, sólo con lo necesario. Comenzaron a caer las primeras gotas del rocío andante, el viento estaba cargado de un dulce aroma a Eucalipto, el tiempo se agotaba, y un tren por salir. Se miraron algo confusos por todo lo que estaba pasando, y por todo lo que estaba por suceder, sólo con un objetivo en la mente: "estar juntos". Ella lo mira delicadamente, acaricia su castaño cabello a la espera de una nueva tentativa de proceder, él alude a observarla y deja escapar, entre miedos, una leve sonrisa, señal de terminar lo que sus cabezas habían empezado hace días, ella sin más lo abraza y él le responde cobijándola con la seguridad de sus brazos. Fue la unión más intensa de sus vidas, por alguna razón desconocida no querían separarse, era un momento perfecto, ese abrazo, que simbolizaba todo para ellos era lo cálido que los apartaba del frío del ambiente, el frío de los hechos, el frío de sus miedos. Fueron uno. Sus inseguridades personales, por aquel momento se convirtieron en certezas puras. Los segundos se hicieron eternos, pero pronto lo eterno sería en lapsos de segundos. Ella se aparta, lo mira, se pierde en su rostro, le devuelve su sonrisa y corre por sus cosas. Él la ve moviéndose a la distancia, empequeñeciéndose a medida que avanza, ya era cuestión de minutos y una pesadilla por darla acabada. No tenía de quien despedirse. Dejó una carta en el lecho de aquella singular cama, era hora de empezar una vida nueva. Antes de irse, una perceptible gota reventó en su mejilla derecha, alzó la mirada, el cielo se estaba oscureciendo. Salió a tomar su pasaje de tren. Ella, ilusionada e insegura, abre la puerta agitadamente, sube por las escaleras, entra en su cuarto y comienza a recoger sus pertenencias. De pronto y de forma inesperada, visualiza sobre su cama... una carta, un sobre blanco con las iniciales de J.P. y una palabra en mayúscula y bien sobresaliente de "Adiós". Sus ropas cayeron y una postura rígida la inundó vertiginosamente. Titubeante, se acercó abrirla y a leer su contenido, debía hacerlo rápidamente ya que era cuestión de minutos antes la partida del tren. Comenzó a llover. Un inesperado giro del destino la dejó tambaleante. En sus letras manuscritas y mal redactadas, se estaba despidiendo de ella, el mismo, que hace un instante, le abrazaba fuertemente a las afueras. Le explicaba que era lo mejor para ella, que debía continuar con su vida y con el hombre con el que había decidido formar una familia. No le podía ofrecer nada más que su amor, y era ese amor el que lo impulsaba racionalmente y de forma paradojal a querer lo mejor para su vida. Confundida y a sollantos, se paró enfurecida "Quién se creía para decidir por ella" pensaba mientras dejaba todo como estaba. La lluvia se acrecentaba, comenzó a entrar agua dentro de la casa; buscó su sobretodo y el paraguas decidida a encarar. Salió enfadada de su habitación, bajando por las resbaladizas escaleras. Mientras tanto, al otro lado de la ciudad, él tenía todo listo, un saco, una minúscula maleta y el último cigarro antes de partir, era hora de entonar un nuevo rumbo, solo. Votó la colilla vacía, subió al tren, acomodó su valija, y se sentó a contemplar la ventanilla, mientras las gotas sucumbían contra el vidrio. Los minutos pasaban y una corazonada envolvía a Pablo. Los niños corrían por los pasillos, las señoras se acomodaban en sus asientos y los pañuelos se alzaban a las afuera en señal de despedida para varias personas. Un deseo imperioso de verla transitó en su mente, "Quién era él para decidir por ella", mientras el tren comenzaba a cerrar compuertas y encender motores. Comenzó a impacientarse, de pronto sintió que todo era un gran error y que todavía había tiempo de remediar las cosas, sus piernas comenzaron a moverse con ansias y estereotipadamente. A las afuera de su ventanilla apareció, entre la muchedumbre, la imagen de Emilia, él detiene su pierna y una gran sonrisa se dibujó en su boca. Se levanta para verla bien, no obstante, esa imagen se pierde por la presencia de otra mujer parecida a ella, cae en su asiento, inconsciente que el tren ya había comenzado marcha. Recuperando su orientación, percatándose de la realidad y en un intento desesperado de retroceder todo, quiso parar la máquina e ir a buscarla... total, existía otra salida a media noche. Era el momento de remediar su gran error y anular la culpa. Detiene la maquinaria. Cruza la ciudad, la noche, las calles, el frío, la lluvia, recorriendo por una excitación pavorosa. Llega a casa de Emilia, rogando que aún siguiera allí. Se prepara para la peor discusión, enojo y mejor reconciliación de su vida. Entra a la casa, y la escena más horrible ocurrida estaba presente delante de sus ojos. Emilia está tirada en el suelo a orillas de las escaleras, desmoronada y sin la menor intensión de moverse. Un paraguas a centímetros de su cuerpo y la formación de un charco de agua conglomerándose alrededor de ella. Corre a tomarla, sacudirla, abrazarla, a despertarla… a “despertarla” y descubre la gran pérdida de su vida. Dándose cuenta que qué no tenía aliento ni palpitaciones, y una carta aun sujeta entre sus manos se derrumba en un llanto angustioso. A las afuera el cielo se destrozaba a truenos, adentro, el gritaba enfurecido. A las afuera el cielo mojaba la tierra, adentro, él la mojaba entre sus lágrimas. Parecía que sus emociones, de alguna manera extraña, se externalizaban y se proyectaban al ambiente, lo hicieron en el mismo instante en que él se despedía de ella, en el mismo instante en que le abrazó, en el mismo instante en que la dejó irse. La vuelve abrazar, le habla en susurros, ella no responde, sus abrazos eran vanos, ahora solo brotaban el mismo frío que inundaba afuera. Quiere retroceder el tiempo, irse a ese abrazo tan intenso de unas horas atrás, ese abrazo antes de la lluvia, ese abrazo tan sincero del que nunca debió aflojar.