miércoles, 28 de julio de 2010

VirtuoRealidad

Cuando tus íconos se antro-materializan






Han pasado tres años desde que la/lo tengo en mi lista del Messenger. De los cuales hace un año o quizás más, hemos dejado de “conversar” por chat. Se convirtió en un persona cibernética nocturna por dos años, en medio de mis desfases en el estudio por la noche. Estas “conversaciones” como muchas otras, partieron con muchas charlas, chistes y discusiones pavas. Simplemente un amigo(a) al otro lado de la pantalla, como suelo tener hoy por hoy.

Con el tiempo tuvimos un decline en la interacción, y es que por un buen tiempo me dio por no entrar mucho a la internet y menos a chatear, lo que era evidente que la mayoría con los que tenía contactos fui perdiendo un poco la calidad de la comunicación. Yo tecleaba desde Argentina y esta persona desde Chile. Empero, dejamos de chatear seguidamente con lo que finalizamos simplemente dejar de chatear. Entonces, esta persona se convirtió en un ícono amarillo más de mi no tan larga lista de conectado. Y así por ocho meses, o quizás, un año. Sin embargo, por azares de la vida, este ícono sin vida de mi polvorienta lista sin previo aviso se antro-materializó, me la encontré en una sin importancia feria de una ciudad del Perú hace unos días atrás, en dónde estaba de paseo. Al principio no lo/la reconocí, pero algo me decía que de algún lado lo/la ubicaba (por fotos de internet). Después de unos minutos, dos neuronas de mi cabeza hicieron sinapsis… era ____@hotmail.com. Me hice el boludo por un rato, nos topamos tres veces, al parecer no me reconocía, o por lo menos lo parecía. En un rato, antes de salir, la/lo encontré en una tienda de películas buscando quien sabe que estreno ver. Me acerqué con intensión de saludarlo(a) y finalmente irme. Me paré al lado, volteó la cabeza, me miró, sin reacción alguna volvió a buscar sus películas, la señora que atendía el local me pregunto qué andaba buscando, yo le dije que solo estaba mirando. Silencio. Él -o ella- (sin revelar su identidad) seguía en lo suyo, yo parado, y las señoras que atendían paradas también, pero del otro lado del mesón. Momento incómodo. Terminé estrechando la mano y saludando, mencionando su nombre, a esta persona, rogando no haberme equivocado de sujeto. Resultó ser. Me reconoció, nos saludamos con titubeos. Evidente de dos personas que sólo se conocían detrás de un teclado. No recuerdo las palabras verbales que intercambiamos, solo recuerdo que fue breve y rápido, propio de un ícono con el cual no me relacionaba hace más de año. Salí de esa feria algo tranquilo y riendo, pensando en lo loca que es la vida y de lo raro que es saludar a alguien en persona después de tener un historial de zumbidos a través de las ventanas del MSN. Pero la cosa es que ocurrió. Fue incómodo, pero simpática la situación. Y espero que sea la primera de varias más. En cuanto a los iconos, estos que a veces están disponibles, otras veces ocupados, ausentes o desconectados, estos, tarde o temprano cobran vida, respiran, se materializan en las personas que internet promociona y que ellas mismas, son partícipes. Y que por azares de la vida te lo encuentras en el lugar que menos te imaginas.

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