miércoles, 28 de julio de 2010

En mi amada Arica

"La ciudad de la eterna primavera"


Perdido en el extremo norte del desierto Chileno. En medio de aquellas tierras áridas y cerros desnudos, un hermoso valle se desprende, una pequeña ciudad y exquisitas costas, hacen relucir una pequeña localidad. Aires frescos, cielo despejado, donde las mínimas y máximas no son tan extremas, la primavera se hace famosa por existir todo el año y un gran peñón de más de noventa metros se muestra señorial y solemne a las puertas del mar.

Llegué, después de estar en el extranjero, a una ciudad que se le suele llamar, según los mapas, la historia y sus habitantes, Arica. Mi Arica. Ciudad que me vio nacer y crecer y que he dejado hace cuatro años por estar fuera del país. Eso sí, cada vez que puedo y en periodos de no-estudios me escapo de retorno a descansar. Esta vez fueron dos. Dos semanas de vacaciones. Dos semanas de familia y jugo de naranja recién exprimido.

Sin embargo puedo mencionar que este julio me decepcionó el clima. Según me fue informado, no hacía tanto frío por lo que llevé poco abrigo. Hacía más frío de lo que pensaba. Pero el maravilloso sol nortino y la salvadora casaca de mi hermano lo indemnizaba.

Después de idas y venidas y vicisitudes de por medio, mañana caduca mi último día aquí. Salgo a Santiago por la noche. A decir verdad, se me hizo corto los días, pero creo que descansé lo suficiente. Dormí hasta hastiarme, comida hogareña, exquisitos y naturales jugos exprimido y/o licuados por la mañana, huevo frescos de gallina de casa, estuve con mi familia, salí de carrete con mis amigos, vi poco televisión a decir verdad, pero me actualicé de los últimos sucesos nacionales y faranduleros (y es que me relaja ver el “cahuín” de los famosos por televisión que los periodistas nos muestran cada día en sus programas, porque me gusta desconectarme de todo lo erudito y ver superficialidades en periodos de vacaciones). Si bien por tema de tiempo no hice todo lo que quise, me voy conforme. Ya disfruté. Además, con riesgo que me demande la famosa película “casa blanca” por hurtarle cada vez que puedo la tan famosa frase, modificando claramente la ubicación, puedo decir que… “siempre tendremos Arica” o por lo menos, siempre la tendré, al menos en julio y en diciembre a febrero, para renovarme y respirar aires de infancia.

En fin, mañana estoy saliendo por la noche en avión a Santiago, me quedaré unos días para comprar pasaje hasta Argentina en bus, y salir de ahí, si Dios así lo permite, a Paraguay. Y es que hemos estado planificando con mi grupo de estudio hace semanas ir al congreso internacional de psicología que se dará en Asunción. Todo punteado en la agenda.

En veinticuatro horas más estaré volando a la capital, a la gran urbe para seguir descansando en casa de un primo.

Esta última noche, gracias a Dios, cálida, entre una taza de té, la computadora de mi hermana y algo de sueño escribo las últimas líneas en la cocina y quiero publicarlo (como ven, ya está) antes de irme en el primer cyber que encuentre mañana por la mañana.

Lo mejor de todo esto, es que mañana, antes de irme, se hará un cumpleaños en esta casa y vendrá la mayor parte de mi familia. Por lo que, entre los abrazos y pedazos de pastel, tomaré mi bolso y me despediré hasta diciembre, para navidad, cuando un cuatrimestre más de estudios y trabajo que demande mis energías muestre mi estado “poca batería”, llegaré para descansar y desconectarme, pero para ese entonces, por tres meses, en mi ciudad natal que tanto quiero y me revitaliza. Más tiempo para el ocio, dirían los filósofos. Más tiempo para estar aquí. En Arica. Mi Arica. Y todo lo demás, viene por añadidura.

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