martes, 30 de marzo de 2010

Atardecer



[Escrito en los primeros días de marzo]
La gran mayoría prefiere observar una puesta de sol en el mar, y yo me incluyo en esa gran mayoría, sin emabrgo, hoy descubrí cuán gratificante es poder presenciarlo en lo sumergido de un valle. Hoy me encuentro a una semana de marcharme de casa, y emprender mi cuarto viaje consecutivo de retorno a los estudios en Argentina, por lo que decidí quedarme en casa todo el día. Mi tarde no fue más excitante que quedarme tirado en la cama viendo tv-cable hasta bien entrada la tarde, hora en que comenzó a fatigarme los canales variados, así que salí en búsqueda de algo de oxigeno y ventilación. Fui por un racimo de uvas y salí por el ventanal del pasillo que da a la piscina y al enorme jardín de la abuela, en dirección al occidente. Me senté en un lugarcillo cercano al ventanal y comencé a pensar... eché a volar las ideas. El sol estaba estupendo, con cálidos rayos que solo te otorga después de las seis de la tarde, momento antes de su puesta. El viento traía una frescura rara en esta época, por lo que el momento era admirable. Me quedé un rato ahí sentado, disfrutando del racimo de grandes y frescas uvas rojizas, cuando comencé a notar que el sol había comenzado su descenso. ¡Qué espectacular escena! Ahí en medio de la frescura de la tarde, disfrutando de lo dulce de la naturaleza, mientras mis ideas viajaban y mis pulmones se oxigenaban, veía algo que ya había visto antes pero ahora con un “algo” diferente, el sol se estaba escondiendo detrás de ese imperioso y enorme jardín bien cuidado, detrás de ese imponente verde, detrás de esas enormes palmeras de plátano, del gigantesco palmeral de dátiles, detrás de los pinos, de los rosales, de las flores variadas, algunas elevadas en los árboles, otras caídas en conjuntos púrpuras, otras metidas entre la hierba y el pasto, y ahí, justo ahí, en medio del enorme cielo anaranjado y el bellísimo jardín bien cuidado, se estaba yendo el sol, se estaba yendo otro día más de estas vacaciones, otro día de ocio y de no hacer nada, mañana comenzaría otro amanecer, otro quehacer, otra jornada en que tal vez, termine en la playa, en el gimnasio, o de forma repetitiva, en casa… en fin, un día que se va y restan de mi ciclo vacacional que me incita, más tarde, claro, a ordenar mis cosas y empezar el ciclo de estudio. No obastanre, nada de estar pensando en eso por ahora, solo me quedo a contemplar este fenómeno natural, terminar de comerme el racimo de uvas y finalizar estas letras mientras veo este peculiar atardecer en el valle.


1 comentario:

Diego Ignacio Almonte dijo...

Debo decir que mientras me encontraba en dicha sitación, salí en búsqueda de mi laptop para plasmar las sensaciones del momento.