sábado, 9 de enero de 2010

(K+A=21, Black Jack)

Un paseo entre Naipes









Las monedas se oyen crujir y los tragos parecen andar por sí solos. Las luces llaman mi atención y las cartas inician partidas. El sábado de noche fui invitado al casino, no suelo ir ni tampoco jugar, pero acompañé a mi primo a incrementar sus "Mangos1". La entrada venía consigo con el pedir de un trago nacional, al no haber el que quería, terminé con un vaso con vodka y agua tónica; para nunca más, por lo menos por el agua tónica. La gente parecía “feliz”, algunas sentadas pendientes de sus juegos, otras esperando que tres figuritas idénticas se alinearan frente a sus ojos tras bajar la palanca y escuchar tan delicioso sonido de monedas cayendo, como si estuviesen gritando “aquí estamos “mami”, “papi”, pero aunque ya sabes, en un par de minutos ya no estaremos más”, gente sentada en sus mesas observando el show del recinto, personas transitando de un lado a otro, algunos mirando el juego de otros y otros como yo, acompañando a jugadores aprendices. En el ambiente circulaba el tóxico olor a Kent 4, una especie a “Smog con Glamour”.
Tengo entendido que hay tres tipos de personas que frecuentan el casino, unos que esperan que sus sueños se hagan realidad, jugando más allá de lo que pueden obtener, dónde la droga de su adicción no es ni la marihuana, ni el alcohol ni cualquier otra sustancia, sino más bien, el movimiento de los dados, de la ruleta y el tan esperado káiser acompañado del A. Otros que van a divertirse, a tomarse un traguito, fumarse un par de cigarrillos, tal vez tirar un par de cartas, cuya finalidad es salir y sociabilizar, y, por último, gente como yo, que no saben qué diablos hacen ahí. No la pasé mal, ojo, pero tampoco es uno de mis lugares favoritos, salvo el restaurant que tienen y el pequeño bar de abajo. Acompañé a mi primo a jugar a las máquinas, ahí estuve un buen rato, mientras mi mente divagaba en mi próxima idea, que no suelo concretar, de escribir una historia, siempre pensando en un libro, de varias páginas, que no suelo nunca empezar. No habiendo más créditos que jugar pasamos a la ruleta, finalizando en el “21” o “Black Jack”, ahí estuvimos otro buen rato, donde los alquimistas comenzaron a trabajar, los billetes se transformaban en fichas y las fichas –multicoloridas- en billetes. Su inicial dinero apostado se multiplicó por cuatro, momento preciso de retirarse y llevarse consigo, las ganancias bien ganadas. Bien entrada la madrugada, decidimos irnos del casino, sin antes pasar un rato por el Esso Market.
El mundo de las luces, del “smog con glamour”, los dados, y todo dinero quedaron atrás, encerrado en su propio espejismo y enclaustrado en aquellas y singulares cuatro paredes, todo un “mundo de felicidad” pasajera concentrada en un mismo sitio, que desaparece cuando el sol se estrena en un nuevo amanecer y la realidad cae sobre ellos con una terrible resaca. Nuestro auto ya estaba a unas cuantas cuadras del lugar.

1Mango: Jerga argentina que alude a la palabra “pesos”, sinónimo de la jerga chilena “Lucas”.

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