jueves, 3 de diciembre de 2009

Una musa en búsqueda de su identidad.


Amantes de la noche, señores, contemplad la luna y su esplendor. Caballeros, mirad el fresco y saciadse de su tranquilidad. Caballeros de la noche, os pido un favor, no impidáis que las sirenas cambien de corrientes ni dejen de entonar su suave cantar. Dejen que las olas exploten en las rocas, que revienten de personalidad, mientras sus dulces tonos se mezclan con las saladas gotas del rocoso lugar. No impidáis que las nubes asechen a la esfera más llamativa de medianoche, cuando su tinte amarillo se refleja en las mareas de aguas frías, donde los piratas llevan y traen secretos... y los secretos se hunden en lo más profundo del vacío existencial. No permitáis que las brisas irrumpan a las musas que caminan de noche en busca de un sediento de inspiración, que caminan por las calles, que caminan por la costa, entre mojadas arenas, donde sus huellas se van perdiendo en la soledad, y sus pisadas son aplastadas por la furia del oleaje ocasional.

Una de ellas de melancólica mirada

ha dejado velas a su andar

velas encendidas

que el agua no ha podido apagar.

Quiere dejar señales

quiere quemar el mar

quiere cruzar el horizonte

quiere nadar y no pensar.

Está cansada, está agotada.

Ha disipado su creatividad,

esa creatividad que proyecta en otros

no la puede hallar.

La pobre

ha perdido su identidad.

Se ha sentado en una roca. Escucha las melodías en el mar, escucha a un pobre vagabundo quejándose de su largo transitar. Ha perdido todo, esposa, dinero, y la felicidad, ahora vagabundea por las calles en búsqueda de... quién sabe qué cosa quiere hallar. Quiere dejar atrás su soledad, quiere dejar atrás su ansiedad. Ella lo mira y le quiere hablar, más él la ignora como una sombra más. Ella danza para él, y lo distrae de su andar; quiere complacerlo, quiere inspirarlo además... quiere ayudarlo a encontrar su espontaneidad. Él mira al mar... saca un lápiz y una hoja arrugada de tanto guardar, y escribe una carta a su esposa, a quien no ha podido por años mirar. Escribe y saca lo que ya no pudo más ocultar, escribe para disculparse, lo que el vicio y la noche lo sedujo en alguna oportunidad. Han caído lágrimas, ha derramado pena de tanto aguantar, ahora sus suspiros son de anhelos y bienestar. El viejo infame regresa por donde vino, perdiéndose de vuelta en la enorme cuidad... quién sabe si alguna vez, tenga una segunda oportunidad.

Se escuchan las olas golpeando las rocosas superficies de la costa, las idas y vuelta del mar, las sirenas se han sumergido en busca de tesoros y joyas para complacer su vanidad, mas la musa se detiene, se contempla, sonríe, pues ya ha encontrado su identidad, y en un despertar de amanecer, su alma se pierde en el enorme caudal.

Por eso señores, cuidad de lo que es nuestro. Nuestras aguas, nuestras brisas, nuestro mar, para que las musas se inspiren e inspiren a los demás. No rompamos este círculo vicioso que de alguna forma todos vamos a ganar.

Mi musa ha parado de danzar.

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